domingo, 6 de agosto de 2017

Cristina ya perdió

La última vez que Cristina Elisabet Fernandez que se presentó en una boleta en la provincia de Buenos Aires fue en octubre de 2011 como candidata a presidente en esa ocasión por el partido justicialista dentro del hoy extinto Frente para la victoria.  En aquel momento se alzó con una cómoda victoria en el distrito sumando 11.865.055 votos; hoy seis años después según las encuestas apenas supera el 50% de esos números para las PASO. A esto habría que sumarle que el resto del país también existe y que en ninguna otra provincia sus candidatos superan el 20% y en la mayoría pelean por un cuarto o quinto puesto. Con estos números nadie en su sano juicio podría hablar de victoria sin embargo Cristina enfrenta un problema mucho mayor; la elección es en octubre.

Las PASO fueron un invento de Néstor Kirchner para mostrarse como una coalición aparentemente invencible ante una oposición que tardó casi una década en encontrarle la vuelta y se presentaba dispersa para supuestamente morderle votos por derecha e izquierda lo cual en los hechos no hacía otra cosa que acentuar el efecto buscado por el Kirchnerismo. El problema es que ahora Cristina está sola. Sus antiguos aliados como Massa y Randazzo huyeron de su lado o están escondidos debajo de una alfombra como Aníbal Fernandez o D’Elia. Sin embargo, el mayor inconveniente que tiene es otro mucho más grave y profundo. Doce años de discursos confrontativos que tuvo puntos increíbles como el “Vamos por todo” o “si no les gusta armen un partido y ganen las elecciones” hicieron del Kirchnerismo destinatario de odio o amor pero no dejó lugar para los grises. Esto lleva a que el piso y el techo de Cristina sean prácticamente lo mismo.

El que no la ama la odia significa en la práctica que sacar un 30% implica tener un 70% en contra. Dicho de otra manera, difícilmente un voto de Massa o Randazzo en la PASO se traslade a Cristina en octubre. Por el contrario, la tendencia argentina al “voto útil” demostrado a lo largo de casi todas las elecciones desde la vuelta de la democracia hace pensar que Cambiemos posiblemente sume bastante más en octubre que en agosto y difícilmente Massa o Randazzo que pelean por no desaparecer sean los que logren revertir esta tradición.

Suponer que seis meses de ponchos y mates con pasta frola cambien la imagen de un candidato es posible solo en el inconmensurable imaginario de Cristina, que ya perdió.

domingo, 17 de abril de 2016

Cristina Kirchner en la dimensión desconocida

Por José María Rodríguez Saráchaga


Una persona procesada por la justicia, refleja esta situación de diversas maneras a través de su lenguaje no verbal: bronca, pesadez, dolor, indignación, temor, incluso fingida despreocupación, pero el cuerpo siempre habla. Cristina Kirchner arribó desde Santa Cruz hasta su piso de Recoleta absolutamente ajena a la gravedad de los hechos que la rodeaban; como Gloria Swanson en el final de Sunset Bolulevar que en el momento de ser arrestada miraba a las cámaras de los periodistas convencida de estar filmando a una película.
Llegó a tribunales vestida como una abogada, con un traje sastre gris oscuro con rayas verticales más claras; un atuendo que muy rara vez usó durante toda su presidencia. Contenta, exultante, feliz y sonriente.
La que salió de tribunales fue otra. Ostensiblemente afectada y dolida más allá de una falsa sonrisa, sin orbicular ni sigomático mayor, que sólo mostró unos instantes. Tras una muy larga pausa, en la que permaneció muda ante el micrófono, se recompuso y volvió la misma Cristina del final de su mandato. Completamente ajena a su circunstancia, lejos de sentirse una ciudadana cuestionada por la justicia retomó su personaje de líder del pueblo, aunque ya sin esa fuerza y ese brillo en los ojos que tenía antes de la campaña del año pasado.
Con un sinfín de ademanes amenazantes y acomodándose el pelo incontables veces (siempre ambos lados primero el derecho y luego el izquierdo) mostraba su nerviosismo como antes hacía con los micrófonos. Habló así durante más de una hora para repetir el escrito presentado en Facebook antes que en la justicia. Tema que apenas mencionó por escasos segundos, pero sólo para relatar lo que ella le “dijo” al juez. Esto genera un interrogante porque ella lo contó como si hubiera hablado con Bonadío pero según la información se limitó a presentar un escrito.
Sin embargo, como le sucede a Cristina habitualmente, cambió su lenguaje corporal cuando habla de su patrimonio. Al tocar el tema de la ruta del dinero K, más allá de la chicana esgrimida acusa el golpe, se señaló, bajó la vista, tiró el cuerpo para atrás y bajó los decibeles. Por eso sale rápido del tema y vuelve a su soliloquio.

En oratoria siempre decimos que lo más importante es el público; saber a quién se le habla. Cristina Fernández de Kirchner (a quién solo recordó una vez) habló como es su costumbre sin atender a la presa para su tropa propia y de a ratos sólo para ella misma. Como ayer cuando ante quince personas que la saludaban en la puerta de su departamento ella miraba y saludaba al horizonte donde no había nadie, salvo en su mente o en otra dimensión.  

sábado, 26 de marzo de 2016

Awada lo tiene todo

Por José María Rodríguez Saráchaga
Especialista en oratoria y lenguaje no verbal

Había gran expectativa por el primer discurso público de Juliana Awada, casi tanta como la que generó en su momento Máximo Kirchner en Argentinos Juniors.
Los ojos de la Argentina y el mundo estaban sobre ella y toda esa presión se manifestó en su discurso. Despampanante como siempre, lució un impecable traje claro que destacaba su figura, su rostro y una postura envidiable. Alta, espigada, con grandes ojos y una sonrisa perfecta, nuestra primera dama, nació para las cámaras.
Lamentablemente no la prepararon para semejante desafío. Leyó un texto que contenía preguntas retóricas, desaconsejadas por cualquier profesor de oratoria, figuras poco elaboradas y argumentaciones enrevesadas.
Los locutores solemos decir que nadie nace con tonos, hay que salir a comprarlos. La forma de hacerlo es con trabajo.
Así como nadie le marcó a Cristina que dejara de gritar o que cambiara su lamentable lenguaje no verbal; tampoco hubo alguien que corrigiera la lectura de Juliana, que además era innecesaria.
Un discurso leído de tres minutos hubiera sido fácilmente superado por uno “improvisado” de un minuto donde simplemente dijera lo mismo sin las aclaraciones y ejemplos agregados con calzador. El entre encomillado indica que un discurso improvisado es aquel que tiene una estructura simple, un final contundente y se practicó mil veces para que salga natural, fluido y sin nervios.
Siempre impresiona como una persona que habitualmente es suelta, inteligente y sólida queda deslucida por una floja preparación. Los nervios, la lectura y el discurso se trabajan y se arreglan.
En el mundo de hoy con una política absolutamente profesionalizada es extraño que nadie le avisara que iba a quedar expuesta a comentarios poco felices si arranca un discurso leyendo un texto que dice “Cuando uno quiere curar; estudia medicina. Cuando uno quiere construir una casa estudia arquitectura; no?”
Juliana Awada tiene todo para quedar en la historia como Regina Pacini de Alvear, sólo necesita desarrollar su oratoria.


martes, 1 de marzo de 2016

Mauricio-Cristina, el juego de las diferencias

Mauricio-Cristina, el juego de las diferencias

El ingeniero vs. la abogada
José María Rodríguez Saráchaga, experto en el análisis gestual de los discursos y fundador de Oratoria Consulting, explica los gestos, palabras e imágenes del primer discurso del Presidente ante la Asamblea Legislativa.

Macri abrió las sesiones ordinarias del congreso tras ocho años de Cristina Kirchner y desde mucho antes de comenzar su discurso estaba claro que el gobierno iba a plantear diferenciarse lo más posible de su antecesor. Todos los gestos, palabras e imágenes gritaban “Cambio” pero cuidando de no levantar la voz, porque eso también era parte del pasado.
Allá donde se veían largas colas de micros con militancia, exhibían avenidas vacías, los prolijos palcos del congreso reemplazaron a las barras amontonadas con banderas y papelitos; un pen drive sobre la herencia recibida tomó el lugar de las “enciclopedias” que se depositaban en las bancas; ante la improvisación, lectura y finalmente una nota de color con él fin de ciclo volvieron los ordinales para inaugurar el “centésimo trigésimo cuarto” en lugar del nac&pop “cientotrentitres” del año pasado.
Sin embargo, en su afán de diferenciarse tropezó con algunos errores conceptuales de Cristina Kirchner y de a ratos hizo un discurso para la tropa propia; especialmente al principio donde su alocución fue un tanto tecnocrática con abundancia de números que no comunicaban, otro rasgo característico de los discursos de la ex presidente a quien ni una sola vez mencionó por su nombre.
Conforme a las reglas de negociación Macri fue duro con los problemas y suave con las personas; denunció los inconvenientes, pero omitió los nombres propios y el único que usó más de una vez fue el de Nisman, ausente en la inauguración del 2015.Los gestos y ademanes así como los ojos son el espejo del alma.
Macri llegó al congreso con una sonrisa genuina de oreja a oreja; como dicen los libros de la especialidad con cigomático mayor y orbicular trabajando en conjunto, exultante ante su debut como presidente en el congreso. Cristina en la misma situación tuvo siempre un gesto adusto, casi no sonrió y cuando lo hizo fue de manera forzada con las comisuras hacia los lados y sin uso del orbicular.
En cuanto a las técnicas de oratoria propiamente dichas no podrían ser más opuestas; como tampoco podrían ser más distintos Mauricio Macri y Cristina Fernandez. “Un ingeniero que quiere hacer puentes” contra una abogada “que en otra vida fue una gran arquitecta egipcia”. Las hipérboles y la extensión que la técnica moderna desaconseja opuestos a casi un minimalismo de la palabra; ambos con un punto en común casi en un juego de opuestos complementarios. Los dos en sus discursos generan amor incondicional en los propios y odio acérrimo en los contrarios. 
Parecidos pero diferentes Macri no necesitó referirse al trágico 2001 como hizo Cristina durante ocho años (doce si contamos a Néstor) porque tenía mucho más a la mano en 2015. Tampoco precisó hablar de sí mismo, de su vida y su pasado durante horas, solo un pequeño repaso de los comentarios de algunos vecinos como solía hacer durante la campaña.A pesar de todo, las diferencias más grandes no fueron de formas sino de contenido ya que Macri se ocupó de usar todas las palabras que Cristina jamás pronunció: Narcotráfico, Terrorismo, Pobreza, Inflación, Desempleo y Corrupción.